Aunque siempre le había gustado el dibujo, su dedicación al oficio sucedió por azar. Un día, la empresa en que la que trabajaba necesitaba hacer un anuncio y él se ofreció. Dejó a todo el mundo boquiabierto.

Lleva más de treinta años dedicado a los avisos, y aunque no todo lo firma, cuando lo hace escribe sus iniciales: RAM, Roberto Ayala Martínez, o Avisos RAM. Su trabajo se encuentra principalmente en el sur de la ciudad en los barrios Aurora, Santa Librada y Danubio, y también en Suba y sus alrededores, donde vive.

Aprendió a pintar viendo a su papá, uno de los primeros pintores de avisos en Buenaventura, a quien llamaban “Carajo”, y fue el único de sus cuarenta hermanos que heredó talento para la pintura.

Se inspira trabajando en su casa, oyendo música y meditando. Su trabajo es audaz y se reconoce en el trazo hábil para las letras cursivas en pincel, y las bendiciones y citas bíblicas que utiliza, además de los pergaminos que dibuja para contener textos largos, como el menú de un restaurante o la oferta de una miscelánea. “El que suda asciende. El que ayuda trasciende”, dice.

En Santa Marta, no lo conocen por Mario, sino que le dicen “Pinto, “El Ronco”, por su forma de hablar, o “De todito”, porque sabe pintar, dibujar, entucar. Sueña con crear una asociación de pintores en Santa Marta con sus colegas, para ayudarse entre todos y tener representación legal para acceder a mejores trabajos.

Anda para arriba y para abajo con su balde amarillo en el que carga pinturas, pinceles, brochas y la regla-nivel. Cuando recorre los lugares por donde tiene avisos, los dueños de los locales vuelven a encargarle cosas, algunas nuevas o retoques de lo que ya ha hecho.

No hay forma de que el trabajo de Germán pase desapercibido. Lo suyo es un despliegue de color neón, degradés, volumen, sombras y brillos, que reviven el poder de la gráfica picotera barranquillera. Sin embargo, sus letras están al servicio de la publicidad para bares, estaderos, tiendas y supermercados.

Pero no todo es explosión de forma y color en su trabajo, también dedica tiempo a pulir letras sencillas con una precisión inmaculada y la paciencia de quien disfruta pasar horas enteras haciendo lo que más le gusta.

Hace 60 años comenzó a “tirar pincel” para hacer la decoración de buses y camiones en su natal Barranquilla. Luego comenzó a hacer avisos por encargo en la zona del mercado, y así, poco a poco fue consiguiendo contratos y clientes. Los trazos rápidos y precisos, son su carta de presentación.

En su labor como pintor comercial, no solo tiene un gran dominio de la letra, sino que además conoce muy bien los materiales con los que trabaja. A punta de prueba y error, no hay pintura o disolvente con el que no haya experimentado. En sus propias palabras: “Nació con el don y no hay día en que no se dedique a perfeccionar el regalo con el que nació”.